miércoles, mayo 31, 2006

Veredas los Sauces y el Cedral del municipio de Ituango:

Veredas los Sauces y el Cedral del municipio de Ituango:
Vidas y costumbres desde 1920

Una historia Contada Por Quienes La Viven-

Comenzaba apenas el siglo XX,corria el año de 1918,cuando a los Sauces llegaba el futuro violinista de gestas, cantares y serenatas,Emidio Espinal Álvarez, después de la larga espera de sus padres,Manuel José y Maria Dolores, quienes pasados cuatro años de su matrimonio, resolvieron mandarle a San Pedro el ofrecimiento de su visita para que hiciera posible el nacimiento de su primogénito,el que no solo permitió que naciera Emidio,sino que lo obligo a estrenar zapatos y a conocer Medellín en el año de 1960,cuando la carretera solo llegaba hasta Tacui,en el Valle de Pescadero, todo esto en procura de la manda de su ya fallecida madre.
Desde 1920-hace ochenta y dos años y cinco meses-cuando Francisco García David, comenzaba sus andanzas por la vereda de El Cedral,esta región se engalana,se adorna también con personas trabajadoras que al son de yerbales,de yaragua y del monte abierto por doña Mercedes Durango, que ya ponía en venta sus pertenencias y con el cuidado de Carmen Rosa, su madre y Juan Bautista su abuelo, vecinos del que se convirtiera en el andariego de la vereda, don Hernán Zabala Casas, quien retardo solo 15 meses y 18 días a Francisca; se comienza a contar la historia de la incógnita y ahora famosa vereda Ituanguina.
La Procedencia de los abuelos y padres de los actuales pobladores, es diversa, unos eran de La Maria y Toledo como los Castaño y los Caspedes,otros de los lados de Peque como los Rojas, que llegaron a la vereda Santa Ana y los David que llegaron al Cedral;del cañón de San Jorge en Córdoba; llegaron los Sucerquia a la Miranda y los Zabala al Cedral;los Casas llegaron del municipio de Caldas;y de Angostura los García con tintes de esclavos, marcados como Juan Bautista ,el abuelo de Francisca.Los Arango, los Espinal,y los Álvarez, se conocen como oriundos de Ituango,pues no se pudieron establecer sus ancestros.Los Zuleta y los Mazo, habían hecho nido en el Cedral, y de ellos se han desprendido toda la Zuleteria y la Maceria,población que actualmente habita aquella vereda.
La mayoría de ellos no compraron tierra, sino que la consiguieron trabajando muy verriondamente como Emidio Espinal, que la adquirió producto de sus jornales a un señor Marco Tulio Mazo.O,asi de trabajadores como los Rojas, los Castaños y los Céspedes producto de abrir monte como Mercedes Durango y los abuelos de los Arangos y los Zabalas.El todo era tener donde cosechar.
Pero la vereda Los Sauces no es tan antigua como don Emidio,pues,fue a finales dela década del sesenta cuando se segrego de la vereda las Arañas,a favor de la entonces niñez en edad escolar y gracias al sentido común de don Vicente Restrepo(padre de los Restrepo), y a la colaboración del padre Luis Carlos Jaramillo y de el alcalde Darío Saldarriaga,para beneficio de los Restrepo Pérez, Restrepo Roldan,Espinal Pérez y Mazo Pérez, quienes estrenaron escuela con la profesora Lucia Sierra, aunque de tapia y paja, construida por Máximo Atehortua,con la ayuda de Carlos Álvarez y Emidio Espinal, que ya eran prácticos en tumbar monte y alistar madera.Sin Embargo, a don Emidio no le toco estrenarla, pues en su niñez no había escuela, por eso, según ël,se quedaron brutos todos los hombres de la vereda, solo los mas capacitados, por decir,acomodados,salian a estudiar al pueblo y los pobres se quedaban así, como Rosa Elvia Castaño Céspedes, que no estuvo en la escuela, por que cuando eso no había, y nadie estudiaba, pero la realidad es que a su familia no le dieron estudio, por ponerlos a trabajar.
En la vereda El Cedral,en cambio, la vida comenzó desde antes del nacimiento de Francisca, su abuelo que con la marca de esclavo sabia que era trabajar, viudo del todo, vivió en El Oso y luego paso al Cedral,asi le contó a su nieta hacia 1932,cuando ya ella comenzaba a estudiar en la segunda escuela construida en la vereda, que permitió a Francisco sus brinconeos,jugando coche, escondidijo y gallina ciega.
La primera escuela de paja de hoja de caña de El Cedral,habia estado construida en la parte mas alta de la vereda, data de la época de la niñez de Francisca, la primera profesora con la que allí estrenaban el acontecimiento de ser estudiantes, se llamaba Cándida Chica, que la mandaron de Medellín a probar suerte después de su indeseada viudez.
Bueno, se fueron poblando estas veredas, pues hacia finales de la década del setenta no había tantas viviendas, una pareja se casaba, le daban un llanito para que hiciera la casa,cultivaran el platano y sembraran comida,al tiempo que aumentaban la población con las 16 arrobas de hijos de don Gilberto Sucerquia,los ocho de la familia Castaño Céspedes, y entre otros mas,las catorce criaturas de Francisca.Actualmente,este fenómeno no se da debido a la “fiebre por la tierra”,porque a los ya dueños les da miedo perderla, unido a esto luego la historia de los desplazamientos que ocurren desde hace cerca de veinte años, la mayoría de la gente se fue yendo.Ya las personas se dispersaron hacia Medellín.
El concepto de iglesia y la vida religiosa en aquellas veredas, comenzaba desde que salían con un recién nacido entre un cajón para ser bautizado, fuera o no traído por la cigüeña, eran llevados por su padre y sus padrinos al pueblo, se hacían actos de confianza y de fe,para matricular al niño en la iglesia católica, que desde hace ochenta años es la responsable de la religión que profesa la totalidad de la población.Las practicas religiosas giraban luego alrededor del viaje al pueblo para escuchar la misa, de la semana santa convertida en penitencia y actos teatrales, hasta la lectura de las amonestaciones para volver de nuevo en el matrimonio, menos Francisca, por que ella se casaría solo “cuando fuera para honra de Dios, no para honrar el mundo”
Aquellos campesinos rezan,creen mucho en la Virgen Santísima, la que les ha concedido antes sus peticiones, y hasta en el mismo San Pedro y el monumento de la solemne iglesia de Ituango,donde se dieron testimonios de las vidas de Emidio Espinal y de Hernán Zabala.
Y,que decir de las protecciones impartidas por Francisca, a quien acompaña una cruz que le apareció por efecto de la necesidad y de su poderosa fuerza mental y quien aprendió del carisma de un sacerdote de apellido Tamayo, oriundo de Gómez Plata, pero con el problema de ser muy conservador, que en su paso por La Granja como ministro de Dios, hizo llegar a Francisca las mejores y mas omnipotentes oraciones de protección y sanción.
Las practicas culturales, reflejan los modos de vida y el que hacer de aquellas personas.Los matrimonios, por ejemplo, son un acontecimiento que despierta el animo de los ahoras padres, madres y abuelos.Los convierte en narradadores de historias,les trae a la memoria lo que felizmente les toco vivir: sin tocarse, sin hablar, sin reir,sin sentir, pero con serenatas al son de el tiple y el violin,con recuerdos imborrables y con la posibilidad de comparar:¡todo tiempo pasado fue mejor¡
La vida de Francisca en torno a sus rezos,oraciones,recetas medicinales,concejos,narraciones de duendes y brujas, custodiada de una brillantez mental sin mella,es el paradigma de la cultural ancestral que quisiera la vida moderna y el humano citadino guardar en su baúl y titularla como su maestra.
La hidalguía de Francisca, la audacia de Hernán Zabala y los dotes serenateros de Emidio;hicieron florecer en aquellas veredas, las mas remotas y actuales lecciones, colmadas de sabiduría, experiencia y cultura, para hacer entender que el trabajo y la familia, hacen de sus vidas un emporio de alegría y felicidad