sábado, septiembre 16, 2006

SEMBLAZA JESUS MARIA VALLE

Texto publicado en el periódico El Colombiano, 28 de febrero de 1998, página 2A

En la muerte de Jesús María Valle
SEMBLANZA DE UN GRAN HOMBRE

Jesús Valle Jaramillo fue grande hasta en el momento de su muerte. Cuando los asesinos intentaron someterlo a él y a su secretaria, el forcejeo de su ayudante le daba más dramatismo a aquel instante. “Tranquila Nelly que ya nada podemos hacer. Deje que las cosas pasen”.
Días antes había dicho que prefería morir de pie, antes que arrodillado frente a quienes habían convertido a Colombia en un país paria de los derechos humanos en el mundo, para que le perdonaran la vida. “Si eso llegara a suceder, no valdría la pena vivir”, señaló con la fuerza de sus convicciones y se mantuvo erguido, firme en sus denuncias. “Se percibe esa connivencia entre comandantes de la Policía y del Ejército con aquellos agentes armados que cometen una serie de asesinatos en el perímetro urbano de nuestros municipios”, había dicho ocho días atrás, sin que le temblara la voz. Esas denuncias le costaron la vida; la muerte, empero, lo sorprendió de pie porque no retrocedió en sus valientes argumentaciones.
Un profundo amor por la humanidad, en palabras de Betrand Russel, animaron la existencia de Jesús María Valle, trunca ayer en su oficina por manos criminales.

UN LÍDER DESDE SIEMPRE
Valle Jaramillo había nacido en el corregimiento de La Granja, en Ituango, donde comenzó la brega por el estudio. Allí pasó la primaria y se fue a buscar mejores horizontes en Medellín, donde llegó al Liceo Antioqueño, la institución que puliría su personalidad. El muchacho introvertido, que acababa de llegar del pueblo, poco a poco le dio paso a un líder de connotadas calidades, brillante con la palabra y la acción, que encabezó los movimientos estudiantiles de la turbulenta década de los sesenta.
Pasó luego a la Universidad de Antioquia, donde se matriculó en el programa de Derecho. Iba con su visión del mundo: la conducta humana en su infinita dinámica y una opción de servicio por la gente.

CAMINOS DE LA POLÍTICA
Una vez graduado, empezó a trasegar el camino de la política, que alternó con su ejercicio profesional de abogado. Por tradición familiar se matriculó en el Partido Conservador y con el apoyo de dicha colectividad obtuvo una curul en la Asamblea de Antioquia en 1972. El discurrir de su vida se vio enfrentado a una serie de replanteamientos ideológicos que lo llevaron a separarse del conservatismo. Consecuente con su decisión, renunció a la diputación, “que ya para entonces no merecía”, explicaba luego. En el recinto, de todas maneras, quedó plasmada la fogosidad de sus debates, las denuncias para defender los intereses de los menos favorecidos. Había empezado el camino que luego lo iba a llevar a optar por la defensa de los derechos humanos, actitud del humanista convencido de que no se podía tolerar tal situación en un Estado de derecho.

EL PENALISTA
La existencia vital de Jesús Valle Jaramillo se mantuvo en la misma línea que traía entonces. Sólo que ahora se metió de lleno a su desempeño profesional como abogado litigante. Y descolló con fuerza por la tenacidad de sus defensas. Las defensas de Valle eran famosas, por sus alegatos llenos de humanismo; hurgaba la conducta humana para encontrar los motivos al comportamiento delincuente. “En el fondo de todo hombre, por ruin y bajos que sean sus instintos, por malo que sea, subyace un sentimiento bueno, enfocado hacia su madre, o hacia Dios, o hacia la mujer que ama”.
Así su prestigio aumentó. Queda el testimonio de su actuación en los históricos consejos de guerra contra los miembros del M-19, durante el mandato de Turbay Ayala en el marco del Estatuto de Seguridad.

EL CATEDRÁTICO
En la cátedra plasmó su visión del mundo. Profesor de Pruebas Penales, de Ética y Derecho Procesal Penal en las universidades Autónoma Latinoamericana, de Medellín y de Antioquia, se ganó el cariño y reconocimiento de sus alumnos.
Los días del maestro, sus discípulos lo congratulaban con reuniones y aplausos. Así pasaba también cada último día de clases. Un discurso emotivo de Valle cerraba el ciclo y los estudiantes, con la piel erizada, volvían a hacer sonar las palmas.
“Hay tres cosas que el hombre no puede dejar de lado, a riesgo de perder su condición de tal: “Mantenerse siempre como un niño para quien cada cosa es un asombro nuevo; fresco como las frutas, que siempre están dispuestas para regalar su jugo a quien quiere deleitarse con ellas; y como los buenos vinos, cada vez mejores”. Era parte del juego de palabras que más traía en sus conferencias de profesor. Era, de alguna manera, la vivencia que cortaron las balas asesinas.